En un deporte tan complejo como lo es el futbol, en el que 22 jugadores interactúan entre sí en un espacio determinado, es inevitable que el orden y el caos convivan.
El caos sería algo así a lo que le llamamos suerte. Cuando creemos que la traemos derecha, un poder especial, casi divino, hace que consigamos lo que queremos.
El Barcelona ganó la ida de la Champions League ante el Benfica, en Portugal. En el papel parecería algo esperado. Sin embargo, fue un partido en el que fuerzas poderosas peleaban en otro plano (orden y caos).
El conjunto Culé se quedó con 10 hombres cuando expulsaron a Pau Cubarsí en el minuto 22 del primer tiempo. “Otra vez”, pensaban los aficionados azulgranas, recordando que hace un año, PSG remontó una diferencia de 2 goles en el momento que se encontraron con superioridad de jugadores.
Hablando de superioridad e inferioridad. En el futbol existen múltiples ventajas: Posicional, numérica, relacional, cualitativa, entre otras.
Barcelona se quedó sin un hombre por 69 minutos. Qué estrategia queda, mas que defender en bloque bajo el tiempo restante, y rezar porque no metan gol.
Bueno, sí sucedió algo así. Aunque emergieron los nombres que no sienten nervios, que juegan este deporte al más alto nivel como si estuvieran en la reta más insignificante
Pedri, Raphinha, Araujo, Szczęsny, amplificaron todas esas ventajas. Es decir, hicieron parecer que el que tenía 10 hombres era su rival, no les importa si los presionan van a salir igual, no necesitan más que una ocasión para hacer un milagro, ellos se van a juntar a tratar la pelota como se merece.
Aquí el caos lo pusieron a su favor, como si el ser superior los defendiera en el plano que no podemos controlar.
Cómo aficionado de este equipo que vio la remontada de Roma, Liverpool, la goleada del Bayern Múnich, la salida de Messi y un largo triste etcétera, solo me queda agradecerles. Porque estos jugadores usan las ventajas a su conveniencia en un recital en el que todas las piezas engranan y hacen su trabajo. Básicamente podrían jugar con los ojos cerrados.
Pero reconocer notablemente que pelean e intentan arreglar algo que ellos no rompieron. Como si fueran los máximos culpables de aquella noche en Anfield. Gracias por esta ilusión, vuelvo a ser un niño enamorándome de la pelota.