El ciclismo mexicano vuelve a estar en el centro de los reflectores. Isaac del Toro Romero, el joven de Ensenada que ha conquistado Europa con su pedaleo, fue distinguido con el Premio Nacional de Deportes 2025 en la modalidad de Deporte Profesional, un reconocimiento que consolida su estatus como el atleta mexicano más destacado del año.
Y no es para menos. Del Toro ha tenido una temporada digna de una superestrella: 16 victorias en el calendario WorldTour, incluyendo el Tour de Austria, la Vuelta a Burgos, el Giro de Emilia y la Milano-Torino, además de etapas en el Giro de Italia, donde también se llevó la clasificación al mejor joven. Un año redondo, de constancia, talento y visión.
Sin embargo, el ciclismo mexicano pudo haber tenido dos ganadores este 2025. La ciclista Yareli Acevedo, reciente campeona del mundo en la carrera por puntos en Santiago de Chile, quedó fuera del periodo de evaluación, que comprendió del 16 de octubre de 2024 al 15 de octubre de 2025. Su hazaña, que estremeció al país y nos recordó que el ciclismo femenil mexicano vive su mejor momento, deberá esperar a ser considerada en la edición de 2026.
Ojalá el jurado del Premio Nacional de Deportes sepa interpretar con justicia y amplitud la convocatoria de la Conade, porque lo que Acevedo logró no fue un golpe de suerte, sino el resultado de años de entrega y visión deportiva. Si algo merece el ciclismo nacional hoy, es que se reconozca la grandeza de ambos —uno en el profesionalismo internacional, otra en el alto rendimiento olímpico— como símbolos de una nueva era para México sobre ruedas.
Isaac del Toro ha demostrado que con talento, acompañamiento y visión internacional se puede llegar a la cima del ciclismo mundial. Y Yareli Acevedo, que desde el velódromo también se puede poner el nombre de México en lo más alto. Ambos representan el presente y el futuro del deporte mexicano.
Ojalá que este Premio Nacional de Deportes 2025 no solo celebre los logros, sino que nos inspire a construir un sistema que los multiplique. Porque los campeones, como el buen café, no se improvisan: se cultivan.

















