Duras palabras de parte de David Faitelson para José Ramón Fernández, su maestro y el de otros tantos que formó, sí, pero que lo hizo con base a humillaciones (privadas y aún en público), malos tratos, grosería y demás.

Un maestro, alguien que “deja escuela”, debe hacerlo con exigencia sin duda, siendo estricto cuando la ocasión lo llegue a ameritar, pero nunca de los nuncas atentando contra la dignidad de las personas subalternas. Ese fue el estilo de Joserra siempre, externado por todos sus hijos profesionales. Y es que muchos no hubiéramos permitido semejantes tratos ni en sueños, pero en esta vida las circunstancias de todo tipo, personalidad incluida, llevan a algunos a tolerar abusos de esa clase, y pasados los años, esos mismos alumnos, hoy periodistas deportivos con carrera propia, andan por los medios repartiendo veneno, creyéndose la última coca cola del desierto y, por supuesto en algunos casos, traicionando al otrora jefe prepotente, que aquí en este plano (en los aspectos negativos) se suele cosechar lo que se siembra, eso y nada más explica las actitudes de algunos de sus otrora pupilos, pasado ya el tiempo, para con el señor Fernández. Un hombrecillo grosero, soberbio, creyendo siempre tener la razón y la receta para la forma impoluta de actuar de su lado. Que también y por años fastidió tanto a un club como el América que solo fue el principal arquitecto del antiamericanismo, que, paradójicamente, lo único que consiguió fue contribuir en no poco a su inalcanzable grandeza actual y que sólo el hombre de marras ha estado pagando algunas cuentas durante los últimos años.

También, el señor ha sido durante décadas un factor para que el futbol mexicano no avance con su discurso de alabar lo extranjero y al tiempo sobajar lo mexicano (algunos no lo podrán recordar, pero en algunos mundiales de futbol, el señor abiertamente deseaba lo peor a la Selección Mexicana de futbol).

Ahora anda un hijo (biológico) suyo por ahí con actitudes soberbias, lo mismo, de una inexistente pero sí pretendida superioridad, lo mismo, pensándose superior a los demás, único; un Adonis, pues.

Bien, a todo esto y sin justificar ni mucho menos el actuar traicionero de algunos de sus otrora alumnos, más si comprendiendo sus conductas, estoy cierto de que el ciclo del señor José Ramón Fernández ha llegado a su fin como estandarte de la televisión estatal (en lo deportivo).

Tuvo su destacado tiempo y papel, luego también ya con esta televisora como un ente privado, pero hoy no cabe más, dado la evolución (para bien y para mal de la industria) y además esa mentalidad malinchista y llena de complejos de inferioridad, que tristemente han heredado algunos de sus hijos periodísticos, en un México que está insertado en un mundo que marcha a la multipolaridad y que sus nuevas generaciones se miran cómo exitosas, a diferencia de las de las épocas del famoso Joserra, no van más pues con la realidad del México del siglo XXI.

Quedémonos, entonces, con lo positivo que ha dejado el señor Fernández que tampoco es poca cosa, pero demos paso a un periodismo deportivo alejado de una mentalidad que no sea una que reafirme el enorme potencial deportivo (y de toda clase) de un país como lo es el México del siglo XXI.