Los propietarios/concesionarios de los derechos de los palcos del estadio Azteca (dueños en toda la línea) se están viendo ante una problemática absurda, alejada por completo de las mínimas garantías jurídicas que otorgan nuestras leyes a la propiedad privada, y no, ni de lejos es ante autoridad gubernamental alguna, sino ante la FIFA, organismo rector del futbol a nivel mundial, que en su cuaderno de cargos para la organización del próximo Mundial del 2026 pretende, al parecer, y con su programa de “estadios limpios”, la disposición de los palcos y plateas de los tres inmuebles que participarán en México de la justa deportiva global.
La definición de un ente supranacional involucra cierta cesión de soberanía, sí, pero esto es mediante tratados internacionales multilaterales y con fines de integración, ya sea política, comercial o cualquiera que tenga como finalidad una ventaja para todas las partes, naciones involucradas (OEA, TLCAN, UE, y un enorme etcétera como ejemplo).
Sobraría afirmar que FIFA no es un organismo supranacional, por lo que a todas luces carece de potestades como para pretender vulnerar la propiedad privada en México, esto con la aparente anuencia del grupo empresarial y sus filiales dueñas del Estadio Azteca, lo que ha obligado a los derechohabientes de esos palcos y plateas a organizarse mediante la constitución de una asociación, encabezada por el empresario Roberto Ruano Ortega y el ícono del futbol internacional y servidor público Manuel Negrete Arias.
Ya existe un precedente: Cuando en 1985 y con miras al mundial de 1986 se les pretendió cobrar cuotas extraordinarias, lo que les obligó a un ríspido diálogo con el ya desaparecido don Emilio Azcárraga Milmo, quien amenazó veladamente con llevarse los partidos programados en el Estadio Azteca al nuevo estadio ‘La Corregidora’ de Querétaro, lo cuál obviamente no sucedió y quedó tan sólo para el anecdotario.
Ya la empresa propietaria del Azteca ha tratado de convencer a los dueños de palcos a un cambio en su título, ardid en el que han caído algunos, pero que sería esto endeble jurídicamente dado que en el registro público de la propiedad el que está inscrito es el original y por lo mismo es algo fácil revocarlo mediante un juicio.
Dicho título de propiedad menciona que se incluyen para su disfrute todos los eventos que se lleguen a celebrar en el coloso, sin excepción alguna además de garantizar el que jueguen como local en el estadio un mínimo de tres equipos (en la actualidad solo lo hace uno, el América); en fin, dado la escasa fluidez en la comunicación de los titulares de palcos y plateas con la empresa dueña del mismo, la asociación no pelea si no sus más básicos e inalienables derechos, mismos que, debemos confiar, serán respetados escrupulosamente tanto por la FIFA cómo por los altos directivos qué gestionan el Estadio Azteca.
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