En días recientes hemos visto a Isaac del Toro, el mejor ciclista mexicano de la actualidad, entrenar en San Pedro Garza García. Según diversas fuentes, incluido Google, San Pedro es considerado el municipio más rico de Latinoamérica, con el PIB per cápita más alto de la región y niveles envidiables de desarrollo humano, seguridad y calidad de vida.
No tengo duda de su prosperidad económica. Sin embargo, la decisión de eliminar carriles destinados al uso de la bicicleta coloca al municipio en una posición contradictoria y lo hace retroceder en uno de los temas más básicos de cualquier ciudad moderna: la movilidad sustentable. Con esa medida, San Pedro parece más un municipio aislado y rezagado que una ciudad de vanguardia.
Los carriles para bicicleta no son un lujo: son una herramienta de movilidad, salud pública, seguridad vial y convivencia urbana. Al restringirlos o eliminarlos, se limita la posibilidad de miles de personas que se desplazan en bicicleta por gusto, por ejercicio o simplemente porque es su medio de transporte para trabajar o estudiar.
Las imágenes y videos de Isaac del Toro recorriendo las avenidas de San Pedro han circulado ampliamente en redes sociales, no solo porque es una figura internacional, sino porque resultan llamativas: un atleta de élite entrenando en vías diseñadas casi exclusivamente para automóviles.
Y aquí surge una pregunta inevitable:
¿Qué pensarían los habitantes de Ámsterdam, Copenhague o Münster —ciudades donde la bicicleta es parte de la vida cotidiana— si vieran cómo el municipio más rico de Latinoamérica trata a quienes se mueven en bici?
En esas ciudades europeas, la bicicleta no es símbolo de pobreza ni un estorbo para el tráfico. Es un medio de transporte digno, eficiente y apoyado por infraestructura segura. Mientras tanto, en San Pedro, la señal es clara: solo en carro o camioneta tienes derecho a moverte con seguridad. Quien se atreva a usar bicicleta queda relegado, vulnerable y, en muchos casos, expuesto a la agresividad vial.
No es “pobre Isaac” él se va en unos días. Es “pobres ciclistas de San Pedro”, quienes deben jugarse la vida cada día en arterias como Alfonso Reyes, Vasconcelos o las Calzadas, donde el espacio para convivir entre modos de transporte es mínimo y la cultura vial sigue favoreciendo únicamente al automóvil.
La riqueza de un municipio no debería medirse solo en ingresos o edificios modernos, sino en la capacidad de ofrecer opciones de movilidad segura, accesible y humana para todos. Mientras eso no suceda, San Pedro podrá presumir sus cifras económicas, pero seguirá exhibiendo una profunda pobreza en materia de movilidad y visión urbana.
















