Cuánto tiempo llevamos buscando al heredero, Barcelona ha tenido una gran suerte con los genios en los últimos años.
Estos genios aparecen cuando más se les necesita, cuando la oscuridad apremia. Con su luz muestran cuál es el camino, sin embargo, tienen una caducidad.
Hace ya 8 años, parecía que habíamos encontrado a un príncipe dispuesto a tomar el trono, incluso ya hacía funciones de rey.
Posiblemente su ego lo llevó a tomar una decisión de la cuál se arrepintió después. Lo tenía todo, pero bien lo dice Pep Guardiola: “hay que ser ambiciosos, pero no codiciosos”.
Y es que no pueden existir 2 monarcas en un mismo reino. Más tarde, el mejor jugador en la historia de los Blaugranas se fue, por lo que dejó un vacío en los corazones de todos y más importante, en la cancha.
Ya no existía el guía, se había ido. Todo estaba en tinieblas. De pronto, bajo las órdenes de Xavi, un niño de 15 años debuta en el primer equipo, algo nunca visto.
De entre el caos, Lamine Yamal fue ordenando los pendientes que había dejado aquél rey. Como el hermano que tiene mantener a sus similares, por ser huérfanos.
Esa situación lo hizo ser un joven precoz, maduro y al mismo tiempo rebelde, ingenioso, diferente. El Can Barça ha encontrado a otro genio.
Uno que hace parecer que la presión no existe, que demuestra que es simplemente un juego. Pero que quiere tomar el trono.
Cuando su equipo se enfrenta a la máxima élite del futbol, él pide el balón, y baila, se desliza entre rivales. Porque no existe muro, frontera, rival que lo pueda detener. Es un movimiento perpetuo, aunque la ciencia diga que no exista
Lamine Yamal no tiene comparación con ningún otro, y viceversa. Es un reino nuevo, uno en el que esta vez no está solo porque convive con otros genios, y que cuando se juntan, la pelota sonríe.
