México vive un momento de ilusión con Isaac del Toro, un ciclista que ya apunta a aspirante al podio en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles 2028. Sin embargo, la prueba de gran fondo es una de las más complejas e impredecibles del programa olímpico. La historia lo confirma: Jesús Sarabia fue 9º en Múnich 1972, actuación enorme que muestra lo difícil que es lograr el podio en ruta.

Por eso, mientras el país sueña con lo que Del Toro podría lograr, es indispensable analizar otra ruta de desarrollo igual o incluso más estratégica: la pista. El nuevo proyecto de la Comisión Técnica de la UCMEX liderada por Nancy Contreras, Graciela Arreola y Jaume Mas representa la primera visión integral que México ha tenido en décadas para este sector.

La propuesta combina ciencia, metodología, evaluación constante y un sistema nacional unificado. Por fin se plantea estandarizar procesos, medir con rigor y darle al talento del país un lenguaje técnico común. Es, en esencia, el viraje que el ciclismo de pista mexicano ha necesitado.

Pero incluso el mejor proyecto requiere de un elemento imprescindible: financiamiento. Sin apoyo de Conade para concentraciones, evaluaciones biomecánicas, aerodinámica, fogueo internacional y mantenimiento de velódromos, la propuesta quedará como otro documento impecable que nunca se aplicó. Con inversión, en cambio, México podría regresar a finales olímpicas.

Una medalla olímpica cuesta, pero vale mucho más que su metal: inspira, moviliza, cambia vocaciones deportivas y pone al país en una conversación global. Su impacto social supera cualquier hoja de cálculo. Por eso, invertir hoy en un modelo serio no es un gasto, sino una estrategia de nación.

La pregunta no es si el proyecto funciona, porque funciona. La pregunta es si México tendrá la visión de respaldarlo. Cuando apostamos en serio por el deporte, el país responde. Y cuando un ciclista mexicano se suba al podio olímpico, no solo gana él: ganamos todos al formar una generación completa de ciclistas competitivos rumbo a Brisbane 2032.