En el ciclismo, como en la vida, es fácil señalar desde la comodidad de una pantalla lo que cuesta sangre, sudor y kilómetros en la carretera. Tras el Campeonato Mundial de Ruta en Kigali, Ruanda, algunos críticos y hasta memes ofensivos intentaron desacreditar la actuación del mexicano Isaac del Toro, acusándolo de haber “trabajado para Pogacar”. Nada más lejos de la realidad.

Isaac fue muy claro al final de la competencia: la carrera fue extenuante no solo por la distancia, sino también por el calor y la brutal exigencia del recorrido. A falta de 100 kilómetros de meta, en el icónico Muro de Kigali, Tadej Pogacar lanzó un violento ataque. Apenas dos corredores pudieron soportar el latigazo: el español Juan Ayuso y el ensenadense Del Toro.

No solo aguantó, sino que Isaac contraatacó. Fue él quien marcó el ritmo y puso en aprietos a Pogacar. Ayuso terminó cediendo, y la carrera se redujo a un mano a mano entre el campeón esloveno y el mexicano de apenas 21 años. Ese esfuerzo sobrehumano dejó huella: 35 kilómetros después, Del Toro ya no pudo sostener la cadencia infernal. En una imagen que ya circula en redes, se ve a Pogacar dialogando con él en plena fuga. Nadie sabe exactamente qué se dijeron, pero el gesto refleja respeto mutuo entre dos ciclistas que se dejaron el alma en la ruta.

El desenlace es conocido: Pogacar voló en solitario hacia su segundo arcoíris consecutivo. Isaac, desgastado, defendió con gallardía el séptimo lugar mundial, confirmando que está para competir con los mejores.

Quienes acusan a Del Toro de haber “ayudado” olvidan que en un campeonato del mundo cada quien corre por su nación, que cada ataque tiene un costo y que no hay margen para regalar nada. Basta recordar que Remco Evenepoel, otro fuera de serie, jamás dejó de luchar aunque sus opciones de triunfo se desvanecieran.

Del Toro no regaló nada. Dio todo. Mostró valentía, juventud y hambre de gloria. Ese es el verdadero legado de su participación en Ruanda: un mexicano en la élite del ciclismo mundial, capaz de mirar de frente a Pogacar y obligarlo a dar lo mejor de sí.

Lo demás son rumores, maledicencias y burlas de quienes no entienden que el ciclismo es sufrimiento, estrategia y orgullo patrio. Y en eso, Isaac del Toro cumplió con creces.