Según un estudio científico, ver perder al club que es aficionado, lo pone 7.8% más triste una hora después de terminado el partido; en cambio, cuando gana solo lo pone 3.2% más feliz.
Aunque, estos resultados no contemplan a los seguidores del Barcelona, como un servidor. Pues seguro la tristeza aumenta a 25%, mínimo.
Increíble como es el futbol, me regaló un estado de euforia, en tan solo segundos me lo arrebató, lo azotó y me dejó tan hundido como las otra veces.
No es nuevo para, nosotros, los culés. Esta semifinal contra Inter Milan, fue una de tantas decepciones que hemos aguantado en los últimos años, pero se debe decir que esta vez fue diferente. Algo así como la algolagnia.
Y es que no se les puede reprochar nada, todo lo contrario. En esta temporada, desde los entrenadores hasta los futbolistas, llevaron a este deporte a niveles que pocas veces se ha visto.
Cada pase, cada movimiento, cada esfuerzo, cada regate, teselaban sin dejar un milímetro de espacio. Y bueno sí, se puede perder. Adelante estaba un gran rival, que no queda más que felicitarlo y desearle suerte.
Regresando a los números, no es ‘rentable’ emocionalmente ser un aficionado de cualquier club. Entonces, ¿por qué lo hacemos?
Voy a dejar que Pep Guardiola lo explique: “En la derrota llorar un poquito y al día siguiente volver. Esto es el deporte, cuando se intenta no se fracasa nunca. El futbol te da y te quita. Es la vida misma.”
Seguiré sufriendo con gusto mientras el Barcelona sea el equipo que mejor trata a la pelota. Sin duda este es el camino, los títulos están llegando y llegarán como consecuencia de lo anterior.
Gracias por llevar a este juego al plano artístico, espero con ansias el futuro.
