El próximo 28 de septiembre, en la Ciudad fronteriza de Tijuana, BCN, seremos testigos de un hecho histórico muy pocas veces visto, haciendo la analogía con la astronomía, un eclipse que sucede cada ‘X’ número de décadas, aunque aquí se trataría, más bien, de una virtuosa alineación de planetas: el partido (oficial además, porque aún está registrado en los Xolos y entrena al parejo del resto de equipo) de José de Jesús Corona (el mejor portero mexicano en muchísimos años y que, sin duda entra en el Top 5 de la historia del futbol mexicano, junto a Pablo Larios, Jorge Campos, Carvajal, Óscar Pérez y Memo Ochoa), y que tiene entre sus blasones el haber sido el portero titular en los juegos olímpicos de Londres 2012, cosechando lo que es, a mi juicio y al de no pocos, el mayor logro del futbol mexicano al día de hoy, que es la medalla de oro y los laureles del Olimpo, lo que yo no cambiaría ni por siete copas del mundo jugadas cómo titular. Y otro: el haber sido el artífice de quitar una maldición en finales (de cualquier tipo de torneo) al Cruz Azul, conquistando además varios títulos de copa, tanto nacionales como internacionales.

Lo fenomenal será, por si ya fuera poca cosa (el homenaje más que merecido que le tiene preparado el xolaje para su último partido como profesional), es que va a compartir la cancha con lo que es el futuro, más que presente, de nuestro balompié que es el chamaco Gilberto (Gil) Mora, que debutó a los 15 años convirtiéndose en el mexicano más joven en jugar profesional en un club y por si fuera poco, en selección nacional mayor, titulo de Nations League, incluido.

Dos eras se tocarán la mano, compartirán cancha dos gigantes, similares en nivel pero distintos en tiempo; pasado cediendo la estafeta al futuro en el presente, en la Ciudad donde comienza la patria. Será un lujo, y un hecho deportivo que va a quedar tatuado en el imaginario colectivo mexicano, algo así cómo los últimos segundos que jugó Hugo Sánchez contra Paraguay en el Azteca en 1998, ó en menor medida los partidos/homenaje de despedida de Miguel Calero en Pachuca en 2010 (Vs PUMAS, 0 a 0), los minutos de Cuauhtémoc Blanco en 2016 en el marco del centenario del América contra el Morelia (con el # 100 en los dorsales), o el par de minutos de Oscar, El Conejo Pérez en el Cruz Azul a sus 46 años; aquí, en este caso, compartirán césped Corona con 44 y Mora con 16. Sin duda, el futbol mexicano tiene futuro, y si todos los demás clubes invirtieran más y mejor en canteras y visorias, seguro descubrirían y formarían de forma correcta a niños que suponen ser diamantes en bruto, como hoy ya lo hizo el equipo de primera división más joven del futbol mexicano (se creó recién en el 2007), que también cuenta ya con un título de liga en sus vitrinas, además de instalaciones y un estadio de clase mundial: los Xoloitzcuintles de Tijuana.