En el calendario de las grandes vueltas aparece marcado como “día de descanso”, pero cualquiera que conozca el ciclismo profesional sabe que ese término es relativo. En realidad, se trata de una jornada de transición en la que nada se deja al azar y en la que todos los protagonistas —ciclistas, técnicos, mecánicos y auxiliares— trabajan con un objetivo: llegar en las mejores condiciones posibles a la última y decisiva semana.

Los ciclistas, lejos de quedarse en la cama, suelen salir a rodar por lo menos dos horas. No se trata de entrenar fuerte, sino de mantener el cuerpo activo y evitar que al día siguiente el inicio de la etapa sea un golpe de frío en las piernas. Y vaya que lo necesitarán: esta semana La Vuelta ofrece tres finales en alto (etapas 16, 17 y 20), donde se definirá si Jonas Vingegaard se consolida como líder o si Joao Almeida rompe los pronósticos y arrebata el jersey rojo en el camino hacia Madrid.

El staff técnico tampoco descansa. Los mecánicos aprovechan para revisar a fondo las bicicletas, cambiar ruedas, ajustar cambios y preparar incluso la máquina especial para la contrarreloj individual del jueves. Cada detalle cuenta, y una falla mecánica puede arruinar semanas de esfuerzo.

Los coches de equipo también deben estar impecables: limpios, abastecidos y organizados con todo lo necesario. Desde las ruedas de repuesto hasta las ánforas, nada puede faltar, porque en cada jornada depende de ello que los corredores lleguen sanos y salvos a meta.

Los masajistas, por su parte, tienen quizás la labor más intensa en estos días. Con más tiempo disponible, pueden atender a cada integrante del equipo, no solo al líder. Porque si bien el jefe de filas carga con la presión emocional, los gregarios llevan en sus piernas la mayor parte del trabajo físico. Son ellos quienes marcan el ritmo, protegen al líder del viento y se sacrifican en cada puerto. Sin ellos, ninguna estrategia funcionaría.

Por todo lo anterior, llamar a estas jornadas “días de descanso” resulta casi irónico. En realidad deberían llamarse días de ajuste, revisión y compensación, porque más que reposo, son jornadas para poner al día lo que las etapas de alta exigencia van dejando en el camino. Así se vive un descanso activo en La Vuelta: un día en el que todos trabajan un poco más para que, cuando llegue el momento decisivo, nada falle.