Todos los que somos papás, al menos los que yo conozco, deseamos que nuestros hijos sean personas felices y exitosas. El gran problema es que no siempre es posible. Los papás y las mamás buscamos que nuestros hijos sean balanceados y cuando hay alguna debilidad buscamos que se haga menor y en ocasiones descuidamos trabajar en las fortalezas de los hijos. En la gran mayoría de las ocasiones deberíamos de trabajar en lo que hace que nuestros hijos sean únicos y especiales, en lugar de buscar hacerlos menos malos en algo que puede ser nuestro sueño frustrado. Le cuento la historia de Jim.

Jim nació sin la mano derecha y para compensar llevaba un garfio. Sus compañeros de escuela le decían “Capitán Garfio”, y él se sentía como un “niño deforme”. Imagine a Jim en una cancha de basquetbol donde los demás conducen con las dos manos, algo que el jamás podría hacer.

Es aquí donde entran los papás. El padre de Jim estaba convencido que las dificultades a las que se enfrentaba Jim no deberían de ser un obstáculo para su hijo por lo que busco que viviera la vida como cualquier niño. Jim pescaba, volaba papalotes, andaba en bicicleta y eventualmente empezó a jugar beisbol. Jim sabía que su padre lo dejaba enfrentar retos y a veces fracasar con la esperanza de que él le enseñaría como lograr vencer ese reto.

El padre de Jim sabia que no podía estar siempre al auxilio de su hijo por lo que Jim debía encontrar sus fortalezas antes de creer en sí mismo. Esto significaba que Jim tendría muchas caídas antes de lograrlo.

Los padres de Jim tendrían que buscar un camino diferente al de otros padres para encontrar sus fortalezas y los encontraron donde menos pensaban, en su brazo. A pesar de no tener una mano, Jim encontró la manera de sostener el guante con su brazo derecho y se dedicó a practicar hasta que pudo lanzar la bola.

Con el tiempo y la práctica, Jim Abbott logró ser un jugador profesional de las Ligas Mayores. Jugó 10 años con diferentes equipos. Los Ángeles, los Yankees, los Medias Blancas y los Cerveceros de Milwaukee fueron los equipos donde Abbott formó parte de la escuadra. Fueron 263 juegos en el máximo circuito, gran logro para cualquier persona, y más meritorio para Abbott que lo hizo sin su mano derecha.

Jim Abbott lanzó un juego sin hit el 4 de septiembre de 1993 con los Yankees de Nueva York en un juego contra los Indios de Cleveland en el Yankee Stadium. En la historia del baseball desde 1876 solo ha habido alrededor de 326 juegos sin hit para que se dé una idea del tamaño de la hazaña.

El camino a la confianza en uno mismo comienza con el conocimiento de nuestras fortalezas para trabajar en ellas y perfeccionarlas. Aunque no todos los niños se convertirán en profesionales del deporte, la construcción de su confianza los puede convertir en niños felices, plenos y en el tiempo mejores seres humanos.

La historia de Jim Abbott puede ser la suya o la mía... ¿no cree?

¡Ánimo!