En la historia del ciclismo mexicano hay nombres que no pueden pasar desapercibidos. Bernardo Colex y Rodolfo “El Quijote” Vitela son dos de ellos. Fueron ases del gran fondo, escaladores natos, y casi siempre vistieron el jersey de líder en cada competencia en la que se presentaban.

Colex, originario de Cuachayotla, Puebla, estado forjador de grandes talentos del ciclismo de ruta, supo brillar tanto en las montañas como en los llanos con una capacidad táctica que lo llevó a ganar campeonatos nacionales y continentales. Por su parte, Vitela, nacido en Zacapu, Michoacán, tierra de ciclismo por tradición, dio espectáculo en las grandes vueltas y representó a México con dignidad en Juegos Centroamericanos, Panamericanos y otras grandes vueltas del continente.

Ambos fueron referentes en el ciclismo de ruta, tanto en México como a nivel internacional. ¿Pudieron ser profesionales en Europa? No hay duda de que tenían la calidad. Lo que no tuvieron fue la estructura ni las oportunidades necesarias para integrarse a un equipo del viejo continente que los desarrollara como merecían.

Lo que sí hicieron fue mantenerse al tú por tú con los mejores del continente americano y algunos europeos, cosechando títulos y medallas que hoy deben valorarse con la misma importancia que una etapa internacional. Porque en cada pedalazo dejaron claro que el talento mexicano existe, y que la montaña no les intimidaba, sino que los impulsaba.

Hoy, los jóvenes Isaac del Toro y Édgar Cadena vuelan en las montañas de Europa, luchando codo a codo con la élite mundial. Son el reflejo moderno de lo que alguna vez fueron Colex y Vitela, pero en escenarios donde el ciclismo es casi una religión. La gran diferencia es que ahora sí se les está abriendo la puerta al profesionalismo fuera de México.

Bernardo Colex y Rodolfo Vitela

¿No es momento de rendir homenaje a nuestras glorias del pasado? Que los nuevos talentos conozcan sus raíces, que sepan que el camino que hoy recorren Del Toro y Cadena no es casualidad ni generación espontánea. Es fruto de una historia de lucha, pasión y montaña, escrita por ciclistas que lo dieron todo sin pedir nada a cambio.

El ciclismo mexicano tiene memoria. Y esa memoria debe celebrarse, honrarse y transmitirse, para que sigamos creciendo como nación del pedal.