La Vuelta a España llegó hoy a uno de esos días que marcan la memoria colectiva del ciclismo: la subida al mítico L’Angliru, en la que se escriben epopeyas y donde no caben medias tintas. Con 202,7 kilómetros de recorrido y un arranque a más de 50 km/h de promedio hasta el pie de la montaña, la 13ª etapa justificó con creces el título de “etapa reina” de esta edición número 80.

El protagonista absoluto fue Joao Almeida, que se llevó la victoria con una mezcla de valentía, sufrimiento y determinación. El portugués, sostenido por un impecable trabajo de su equipo UAE Team Emirates XRG, supo resistir al líder Jonas Vingegaard en las rampas imposibles —esas que rozan el 23% de pendiente y que parecen más un desafío inhumano que un puerto ciclístico–. Fue su compañero Jay Vine quien impuso un ritmo demoledor en los primeros kilómetros del Angliru, dejando a Almeida en posición de rematar la faena cuando la montaña ya había hecho la criba natural.

A falta de cuatro kilómetros, la batalla quedó reducida a dos hombres: Almeida y Vingegaard. En medio de una multitud desbordada por la emoción, el portugués se lanzó con todo. Y entonces apareció el gesto que también quedará en la historia: Vingegaard no quiso rematar a su rival, pese a estar en condiciones de hacerlo. El danés, líder sólido de la general, prefirió reconocer el esfuerzo y dejar que la gloria de la cima se la llevara quien más la buscó. Un acto de caballerosidad pocas veces visto en el ciclismo moderno.

Paradójicamente, en la víspera Vingegaard había confesado que le ilusionaba ganar esta etapa para dedicarla a sus hijos, que celebran sus cumpleaños estos días. Pero hoy, en el Angliru, el regalo lo hizo a Almeida y a la afición, recordándonos que la grandeza de un campeón no se mide solo en victorias, sino en gestos que trascienden el resultado.

El podio lo completó Jai Hindley, que salvó el honor en una jornada que puso a prueba a todos. Y en la general, aunque Almeida recortó segundos, Vingegaard sigue sólido en rojo, con 46 segundos de margen. Tras ellos, Tom Pidcock, Hindley y Felix Gall completan un top 5 que empieza a definirse con claridad.

El Angliru, como siempre, fue juez y verdugo, pero también escenario de humanidad. Hoy la Vuelta nos regaló no solo un duelo deportivo, sino una lección de nobleza y respeto. Y eso, en el ciclismo y en la vida, vale tanto como un maillot rojo.